4/9/07

260807

Una silla vacía en la habitación, y más nada. Es un departamento completamente abandonado. Donde sólo dejaron una silla blanca y las cortinas abiertas. La luz de la luna entra sincopada y el murmullo lejano de la gente que está ahora en la feria del lugar. Los reflejos de toda aquella vida entran también por la ventana. Tomo la silla y la recorro con las manos. Sus hombros son como los tuyos. Y miras hacia afuera. Lejos, más allá de donde está toda esa gente. Ha pasado tanto tiempo desde que te vi que no puedo recordar ya la cuenta. Pero ahora que estás, no importa cuánto tiempo he esperado. Tal vez estoy más viejo, más calvo, con menos fuerza. Tal vez soy menos diestro que antes. Me es más difícil concentrarme. Pero mi corazón sigue siendo fuerte. Los días en que no estuviste aprendí muchas cosas.

Aprendí que sólo basta recordarte para ponerme feliz. Aprendí que si lanzas las cosas con suficiente fuerza hacia el cielo podrán llegar a las estrellas. También me di cuenta de lo mucho que pesan las rocas en los bolsillos. Porque me la pasé coleccionándolas en todas mis caminatas. Pero que son aún más ligeras que los recuerdos. Pude desenmascarar a los fantasmas dentro de mi cabeza y sacarlos por la puerta trasera. Me hice un tatuaje con tu nombre. Es tan grande que empieza en mi cabeza y termina en mi vientre y cubre aún todo mi pecho. Encontré la cura para el aburrimiento. Grité y grité a través de mis manos hasta quedar afónico.

Quiero ir a la luna. Quiero estar ahí porque quiero ver qué hay del otro lado. Y también quiero ver cómo me veo desde allá. Quiero ver si las cosas que aquí parecen tan importantes tienen la misma magnitud cuando la gravedad es considerablemente menor. Quiero saber si cuando duermes en algún cráter sueñas lo mismo que cuando estás en tu propia cama.

Tienes el cabello más bonito y con mejor olor que he conocido. Quisiera olerlo siempre. ¿Cómo se construye un cohete? ¿Y cómo se le hace para que quepan dos personas con todo y sus maletas? Quiero llevarte conmigo para que conozcamos los Alpes Lunares. Anda, no desempaques nada y vámonos de nuevo. ¡Mira! Toma mi mano que estamos a punto de salir. Diez, nueve, comienza el conteo. Ocho, siete, el pulso se acelera y los nervios salen a relucir. Seis, cinco y cuatro, todo empieza a moverse y te tomo de la mano lo más fuerte que puedo. Tres, los ojos se me abren como platos mientras nos rodea una gran cantidad de humo. Dos, uno, no puedo esperar, ya quiero comer un gran plato de cereal y llenarlo en la vía láctea. Cero, y en mis oídos resuena el trueno y tiemblan todo mi cuerpo porque por fin hemos salido en este viaje. La tierra se va haciendo una esfera cada vez más pequeña y azul en un gran mantel color negro.

Desajustamos nuestros cinturones para poder flotar dentro de nuestro pequeño cohete de cartón. Y así tendremos por largos días aventuras interestelares antes de llegar a nuestro destino, La Luna.

Ya se le ve acercándose cada vez más, ya viene hacia nosotros. Buscamos un buen lugar para estacionarnos y mientras saco la mano por la ventana para sentir la arena y dejar líneas marcadas en el frío exterior. Abres la boca para exhalar y una nube tímida de vaho se escapa y se pierde tras nosotros como si estuviésemos dejando una estela, un recuerdo de nuestro viaje.

El paisaje es encantador, no hay nada. Nada que temer, nada que hacer a la fuerza, podemos sólo saltar alrededor y correr y cantar notas inaudibles en el vacío, pero que pertenecen a una canción que tú y yo sabemos, y por eso no es necesario que se escuche, porque el ritmo y la melodía de esta canción la llevamos dentro. ¿Te gustaría bailar? Te tomo de la cintura y con pasos torpes logro moverme un poco, te siento aquí conmigo, a miles de kilómetros de todo, de todo lo demás quiero decir, pues todo lo que necesito me está mirando dentro de un traje espacial. Ya tengo muchas ganas de besarte. Me acerco lentamente, y la distancia entre tu y yo se va haciendo más corta. Me inclino un poco, cierro los ojos. Ya casi. Y de pronto la cabeza se me va para atrás por el choque de nuestros cascos. No puedo evitar ruborizarme por no darme cuenta antes. Me quito los guantes, y libero el seguro a la altura del cuello. Allá sale la gran burbuja rebotando en cámara lenta por las dunas azuleadas. Tu turno. No tengas miedo, el aire es perfectamente respirable aquí.

Ahora sí, ya no hay más casco que me detenga. Y me lanzo de nuevo a la carga. Pero antes me detengo para verte más de cerca. Tienes una mirada tan dulce. ¿Cómo fue que no me di cuenta antes? ¿Cómo fue que me quedé callado tanto tiempo? Cualquier cosa que haya sido, me alegro que así haya sucedido, porque el viaje me fue preparando para este momento. Sonríe, déjame ver una vez más tu alegría en el rostro.

Espera un segundo, voy a volver rápido al cohete por las cosas. Abro la cajuela y saco de ahí la caña y el bote. Ahora estamos listos. Buscamos un buen lugar para sentarnos. Y ahora nos toca esperar a las orillas del Mar Frío a ver si pica algún pez lunar. He escuchado que son deliciosos con pimienta. La caña descansa inmóvil en el borde del bote y ambos miramos al horizonte que no cambia con el paso de las horas. Pero que encierra un misterio que es difícil de develar. El espacio empieza a tomar diferentes tonalidades, verde, azul y rosa. Y el ruido de fondo se escucha como murmullos de gente a lo lejos. Las estrellas se hacen más numerosas y brillantes. El fondo en general se hace más brillante, cómo si se estuviera viendo detrás de un cristal. Te abrazo fuerte. Entrelazamos los dedos. Algo pica. Y la caña comienza a moverse de manera periódica. El agua es tan clara que puede verse dentro de ella a un pez que tira con todas sus fuerzas. Poco a poco comienza a mover el bote en donde estábamos y se lo lleva. Se va alejando por el cielo.

Trato de alcanzarlo pero no puedo pasar a través del cristal que nos separa. Miro hacia abajo y veo los autos pasar. Se escucha más fuerte la música de carnaval. Y me encuentro con la silla. Pero algo ha cambiado en esta habitación. Allí estás tú en el umbral. Con una maleta al lado tuyo. Por fin estás aquí. Cruzo como un vendaval al otro lado para abrazarte. Bésame. Por favor que tu aroma ya me inunda y ya lo siento en mis pulmones. Vamos afuera. Hay una fiesta allá que nos está esperando. Vamos a ver qué nos aguarda bajo esa luz, esa música y sobre todo la esperanza que cada uno de nosotros alberga.

Cierro las cortinas. Salimos de la habitación y del departamento. Y todo queda de nuevo como estaba, la silla en medio de nada y la luz y la música en volumen bajo como arrullo para el cuadro. Nuestros pasos y risas a través de la escalera también resuenan mientras descendemos a la calle. Incluso el par de veces que estuve a punto de rodar hacia abajo por un descuido. Y el portón de enfrente que se cierra mientras nos alejamos del edificio hacia la noche de fiesta. Y nos tomamos de la mano mientras nos mezclamos entre la gente.
notas de fondo:
Bella Gleason - If I cannot go to the moon