18/5/08

230607

A los dos minutos pasados de las dos emprendo el viaje a través de los pensamientos que no me dejan dormir. Necesitan una manera de salir y creo que la mejor manera de regresar pronto a acurrucar todo lo demás que no son mi mente ni mi corazón (que en el fondo son lo mismo) es dejándolos salir. Así es como me preparo para levantarme otra vez a la mitad de la noche.

Las ramas de los árboles se mecen a través de los cristales de las ventanas en un vaivén silencioso e hipnótico. Termino de correr las persianas. Y la débil luz que se filtra entre ellas no logra ni cerca el hacerme ver mis propios pies descalzos. Está oscuro. En esta ciudad, la ciudad de los que luchan, el aire es tan denso que pocas veces, si no es que ninguna, se ven las estrellas para dejar que los sueños de las personas suban hasta tocarlas y jugar por una vez a los astronautas. Abro la ventana, mejor olvidaré intencionalmente el suéter, me hace sentir aprisionado y falto de movimiento. Cierro la ventana. Llaves. Zapatos. Salgo. A lo largo del pasillo resuenan mis pies y retumban también en las puertas de los que duermen. Hay una lámpara vieja que parpadea y se apaga de vez en cuando; mientras un insecto baila su danza nocturna en torno a ella, como una especie de ritual secreto que tengo la oportunidad de presenciar.

Estoy pensando en ti, otra vez. No pienses mal por favor, no es que no tenga nada que hacer. No estoy obsesionado. Recorro el sendero que se ha creado a lo largo de los días y a causa de los paseos de media noche que siempre surgen para robarme el sueño, como tú lo has hecho. ¿En qué estoy pensando? ¿Qué puede ser tan importante, tan intrigante que no quiero dormir? Son las líneas que se dibujan en tu rostro cuando sonríes. El olor del perfume que despides cuando me abrazas. Es bastante extraño, porque cuando llegas estos dos aspectos se definen por completo. Porque cuando no estás tomas forma de todo y hueles a todo y te siento con infinitas texturas, mientras que me inunda el deseo de abrazarte otra vez.

Junto a un árbol hay un pequeño asiento y como fondo están las luces de la ciudad. Creo que la gente en realidad admira el cielo; y su propia manera de reproducir los astros que viven a lo lejos es crear estrellas artificiales; y de este modo cada quién contribuye a crear estrellas aquí mismo, en la tierra. El asiento está frío, eso es más que obvio, considerando que es de noche. Y en las noches, justo como ésta, es cuando hace más frío.

Acaso creas que estoy triste. Déjame decirte que no es cierto. La verdad es que no puedo estar menos triste. Aunque todo el contexto apunte hacia esa dirección. Es decir, puedo estar más contento tal vez pero, no estoy triste en absoluto. Me gusta mojarme en la lluvia. El agua a través de la historia ha sido reconocida como un elemento purificador. No sé exactamente qué quiera decir eso. Sólo sé que el mojarme me hace sentir bien. Y que cada vez que me mojo recuerdo las cosas que estoy haciendo. Me da gusto saber que no me arrepiento de ninguna. Aún cuando haya cometido errores, porque de ellos aprenderé y sigo aprendiendo. Es parte de crecer. Crecer, que palabra más temible. O mejor dicho, que terrible es el significado que le hemos dado. Crecer en ninguna circunstancia debería ser asociada con la pérdida de la capacidad de asombro de cada uno de nosotros. Al contrario, debería ser, según mi muy humilde y constantemente errónea opinión, en adquirir experiencia con el paso de los años para aprender a ver con mayor atención las cosas sencillas que están en todo lo que vemos y tocamos.

No sé definir lo que voy a decir a continuación: hay veces que me entra una necesidad fuerte de verte. Simplemente por verte. Conversar contigo. Pero, ¡soy tan indeciso! Ya me di cuenta de que tengo un arranque demasiado lento. Y que a veces me preocupo demasiado por las cosas que diré. Nunca he sido muy elocuente, ¿sabes? Entonces, cuando logro verte, me entra el pánico escénico, no sé ni como acercarme. Que lástima, porque pierdo minutos valiosos en intentar quitarme la timidez. No sé porqué pase eso. Sé que podría perfectamente acercarme, sin ningún problema, y aún así no lo hago. Tal vez es porque estoy tratando de asociar a la mujer a la cual miro y me tiemblan las piernas y acelera mi respiración, con la misma con la que intercambio mensajes y llamadas telefónicas y que siempre contesta con un "hola" amistoso. Ya me lo dijiste una vez. Y lo estoy tomando con calma. De eso no se trata esto. Se trata de celebrar el hecho de que estoy contento; la completa certeza de que quiero embriagarme de esta noche y recordarla como un momento en que miro un cielo artificial sentado en un tronco y respiro una y otra vez mi propia alegría.

Dime si es cierto que alguna vez te he dicho que te quiero. Porque no me canso de decírtelo constantemente. Porque he llegado a un punto en que las palabras ya no me bastan, ya no me alcanzan para decirlo. Es por eso que he buscado otras maneras. Modos que me hagan sentir bien, extrañamente bien. Estoy aprendiendo cosas nuevas. Porque quiero hacerlo, porque quiero decirte con nuevas palabras, con nuevos signos, con cosas que nunca me había atrevido a hacer que estoy aquí para ti. Que no pienso tomar el lugar de nadie, sino que busco un lugar nuevo. No quiero definirlo como dependencia, no conozco un término adecuado, pero va más o menos así... mi día comienza a partir de que contestas. El pensar en ti es motivación suficiente para levantarme todos los días y mostrarle al mundo lo que puedo hacer. Tengo más fuerza, más aguante. Sonrío el día entero. Si sé que estás bien, estoy bien también y nada parece imposible de lograr. Me encanta sentirme así. Cuando dices "te quiero", sé que en ese momento ¡soy invencible! Mantengo los pies en el suelo, y comprendo las circunstancias. Siempre lo digo, por favor no te espantes, porque si yo poseo un corazón que corre al doble al triple de velocidad no todo el mundo es igual. Lo entiendo, así que por favor no te espantes si en este momento no te sientes igual. Bueno, en realidad no puedo hablar de cosas que no sé. Así que mejor no entraré en detalles con respecto a eso. Pero igual lo digo. Es mi manera de sentir, y de ningún modo pretendo que los demás se sientan así, especialmente tú, porque en ti es en quien pienso justo ahora. Justo ahora que las personas comienzan a apagar las luces de sus casas, y la bóveda celeste y eléctrica pierde luminosidad poco a poco.

Recuerdo que un día, aunque no recuerdo la fecha exacta, lograste sacarme del escondite que se había vuelto mi hogar durante un buen rato. Tanto que las articulaciones se me habían entumido. Mis ojos hinchados por tanto haber dormido, y el polvo por todo mi cabello. Estaba irreconocible, sin forma, y por poco, sin un aliento de nada. Por eso estoy celebrando esta noche, por eso brindo con el silbido del viento y con un ave nocturna que aprovecha el sigilo de la oscuridad para extender sus alas. Porque esta noche sigo feliz de haberte encontrado, o de que me hayas encontrado o de que la casualidad me hizo abrir los ojos en el momento idóneo y ver de frente, hacia donde quiero seguir mirando. Mis piernas se están entumiendo, mis brazos comienzan a temblar, recordándome que aún estoy aquí afuera. Me levanto, y me intriga saber cómo vas a reaccionar. No es necesario que contestes. Sólo me escondo tras de breves párrafos esperando que me leas, porque detrás de esto estoy yo. Con mi ridícula sonrisa y mi alma borracha de esta noche y de lo que me haces sentir cada vez que se mueve el segundero.

Ahora pienso en lo que dijiste. Y creo que no deberías agradecer por la paciencia. Porque yo no sabía qué cosa era, o lo había olvidado por completo. Me estás enseñando cosas por las que vale la pena luchar, por las que es importante esperar. La paciencia ya no estaba en mí; esa, y otras más. El estar aprendiendo me tiene feliz. Mientras me encamino de nuevo a los apartamentos y busco mis llaves que tintinean dentro de la tela del pantalón. Mientras me enamoro de lo que siento me doy cuenta de que aún me faltan cosas por conocer y que el hacer las cosas bien es razón suficiente para no bajar los brazos en ningún momento por las cosas que uno quiere y que realmente valen la pena. A. J.: esta noche confirmo que lo que siento por ti me hará mejor cada día y que, aunque el futuro es completamente incierto, ocupas un lugar muy especial dentro de este loco. Y aunque no tengo testigos, pues ya hasta el insecto de la lámpara se ha ido a dormir, yo debo agradecerte a ti, y si las fuerzas que me das no tienen un nombre se lo voy a dar en este mismo momento. Las miradas, los abrazos e incluso los silencios se llamarán... Y con esa idea giro la perilla, zapatos y llaves. Y anoto el nombre que he descubierto dentro de mí en un trozo de papel para no olvidarlo. Y me voy a dormir.


notas de fondo:

Clint Mansell - The Last Man




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