18/7/07

y ni nadé al final...

Temo que durante el trayecto me dormí o creo que me dormí por ratos. Por supuesto no mientras yo manejaba, o soñé que manejaba. Algo así. Sería demasiado complicado tratar de explicarlo. Porque tal vez soñaba que estaba despierto, soñaba despierto o estaba completamente despierto. Así que no hay manera de saber qué tan verídica sea esta historia. O si se llevó a cabo del todo. El chiste es que entro a mi casa hace unos momentos y las ganas de escribir me invaden tan sólo para contarte lo que sucedió en esta cabeza.

El día de ayer me levanté temprano como habíamos quedado. Digamos que no tuve mucha opción. Me convencieron con la promesa de que nos quedaríamos en el mismo lugar que la vez anterior, un lugar con piscina. Conforme, empaqué mi traje de baño: el único que tengo. Salimos a las siete de la mañana. Aún era de noche. Atravesamos toda la Avenida Principal para salir hacia el norte. Aún no me despertaba por completo, solo veía cada uno de los postes de luz pasar una y otra vez y alejarse tras de la ventana lateral. Los veía irse por el espejo retrovisor, se hacían cada vez más pequeños. Llevé una gran dotación de música para que el viaje no se quedara sin banda sonora. Según tenía entendido, éste duraría alrededor de seis horas. Considerando la ida y vuelta, pues ya imaginarás mi mochila llena de discos. Porque no solo es llenar el tiempo, sino los diferentes estados de ánimo que se puedan presentar.

Quiero confesar que no recuerdo exactamente en qué momento amaneció. Pero estoy seguro de que terminé de despertar en cuanto sentí la primera punzada de hambre. Había olvidado desayunar antes de salir. El sol ya había salido. Llevaba ya un par de horas platicando con mi papá, no recuerdo exactamente de qué. Estaba acordándome de ti. Aún estaba atrapado en el día anterior, y en cómo soy tan torpe para sacar lo que quiero decir. Pero estoy muy contento, bueno, eso ya lo dije antes. Seguimos comiéndonos la carretera por un buen rato.

Uno puede notar que a lo largo del camino pueden verse varios señalamientos, no sólo sobre curvas, límites de velocidad y ubicaciones de teléfonos de emergencia. También están colocados los nombres de los pueblos cercanos. Es divertido de lo sencillos y obvios que son. Algunos ni siquiera tienen sentido, no para mí. Y cuando tratas de ver en dónde están estos pueblos te encuentras sólo con arbustos crecidos del tamaño de árboles que no dejan pasar. Entonces sólo te queda imaginar cómo vivirán esas personas aisladas de todo el mundo y lo que harán para rellenar el tiempo libre, que seguramente es mucho. Me pongo a pensar en mi mismo y creo que no podría vivir así, no lejos de todo, no lejos de la electricidad, el ruido y el plomo. O tal vez sí, tal vez sólo es cuestión de acostumbrarse, y estoy tan mal acostumbrado a esto que ahora me seríadifícil dejarlo; pero no imposible.

Irónicamente, una de las llantas hizo un sonido extraño. Como de estarse desinflando. Y se quejaba mientras el relleno se le iba saliendo con cada vuelta. Las rayas pintadas a lo largo del suelo fueron disminuyendo la velocidad y pude contarlas una a una. Nos hicimos a un lado de la autopista. El sol ya estaba en el punto más alto del cielo y la luna se escondía tras de una nube. ¡Que tímida es! La razón por la que nos detuvimos fue un tornillo atravesado en el neumático.Sacábamos lo necesario para cambiar la llanta agujereada. Logramos quitarla y mi papá me dijo que me quedara a cuidar la camioneta mientras él buscaba a alguien en el pueblo para reparar el asunto del tornillo. Se perdió en la maleza. Iba silbando, hasta que el silbido se hizo imperceptible. Nadie pasaba por la carretera. Estaba completamente desierta. Si me hubieran pedido describir el paisaje, diría que había una línea interminable de asfalto, con arbustos a los lados del tamaño de un hombre alto, punto. Ni señas de un teléfono de emergencia, un pozo, nada. Solo ese cuadro inmóvil, y yo en medio. Miré hacia la izquierda, nada. A la derecha, y de pronto estaba ahí un letrero verde con el nombre " La Terquedad". - Que nombre extraño para un pueblo - pensé. Escuché ruidos de nuevo entre las plantas, pisadas en el suelo. Era imposible que papá hubiera vuelto tan pronto. O al menos no creo haber estado tanto tiempo viendo la escena en la que me encontraba. Comencé a rodear la camioneta para ver qué cosa era lo que ocasionaba esas pisadas. De frente, izquierda, detrás. Y cuando volví a mi posición inicial encontré a un hombre tratando de colocar una biznaga en el lugar del neumático ponchado. Lo hacía con tal convicción que por un momento me quedé viéndolo, para ver si lograba hacerlo entrar. Estudiaba la forma, le daba vueltas. Se rascaba la cabeza. Se levantaba y se volvía a poner en cuclillas. Después de un momento refunfuñaba. No sé cuánto estuve ahí esperando a ver si se iba. Hasta que descubrí que si de él dependiera nunca se iría, o se iría con una biznaga a manera de neumático.

-Ehmm...buen día- dije - me parece que esa pieza no va ahí, señor-. El individuo volteó sólo para hacerme un gesto agresivo. Y siguió con su labor. Hablaba consigo mismo, quejándose de las personas entrometidas, del calor que hacía y principalmente de las biznagas que no entraban en los ejes de las camionetas. Una vez más me refería al hombre y traté de hacerlo entender, y con cada acercamiento el hombre se enojaba más. Y trataba de hacer entrar la planta con mayor fuerza. Le daba patadas. Gruñía, se acercaba al punto máximo de impaciencia. De pronto sacó un gran mazo de hule. Acomodó la biznaga por última vez. Tomó impulso y golpeó con toda su fuerza. Solamente vi cómo la bola espinosa se acercaba a una velocidad impresionante a mí. Me cubrí la cara con las manos.

Relámpagos. Me desperté mientras aún llovía afuera. La misma canción sonaba en el radio. Seguíamos nuestro camino por el carril de en medio. Sentí la primera punzada de hambre. ¿O la segunda ya? Decidimos detenernos en un paradero para comer algo. Seguimos platicando de mil y un cosas. Se veían pasar los coches iluminar las gotas de lluvia que seguían cayendo.Comimos mucho. Y nos subimos de nuevo a recorrer los kilómetros. Esta vez me tocó manejar a mí. Mi papá decidió acomodarse en el asiento del copiloto y comenzó a dormir.

Otro hubiera seguido concentrado en el camino, pero yo iba viendo todo lo que encontrara. Llegué a un letrero grande que decía "Trópico de Cáncer". Del lado izquierdo se erguía una especie de monumento o estructura que demarcaba el lugar específico por donde cruza esta línea terrestre. La escultura parecía la pieza central de una lavadora. Todo aquel que la haya visto sabrá a lo que me refiero. A la que hace chaca chaca y da vueltas y regresa como si estuviera tartamuda. Me dieron muchas ganas de detenerme, pero habíamos perdido mucho tiempo ya en el cambio de la llanta, y, dado el mal temperamento de la gente de por ahí, no imaginaba cómo podrían reaccionar si se enteraran de que soy Acuario. Pasamos de largo.

Faltaba aún un buen tramo. Creo que debe haber pasado media hora cuando alcancé a ver a lo lejos un gran árbol. Había gente saltando pero no lograba alcanzar sus ramas. Había algo entre sus hojas que brillaba con el sol. Y luego muchos destellos se hicieron visibles. Aún así llovía, como esos días soleados de lluvia; de esos que suceden cuando, según dicen, alguien muere. Cuando me acerqué logré ver lo que ellos querían alcanzar. Eran botellas de agua colgadas de cordeles blancos. El árbol estaba repleto de ellas. Y la gente brincaba sin cesar. No supe si jugaban o de verdad tenían mucha sed, considerando que del cielo caían galones de agua que ellos no estaban dispuestos a recibir, o simplemente ignoraban. Fue cuestión de una fracción de segundo, porque íbamos a una velocidad considerable. Pero me dio tiempo suficiente para pensar que ésa sería una buena solución para los desiertos. Si los oasis son ingratos y se esconden, deberían poner de estos árboles ahí, y saciar la sed de los viajeros. Claro está, que deberían sembrar árboles de cordeles más largos que el que yo vi. Cuestiones de Logística.

Las piernas se me estaban durmiendo. Seguí manejando y entramos a un túnel en un monte. Dentro de él había focos dispuestos de manera periódica que guiaban el camino que debíamos seguir. Aunque, tratándose de un túnel, no había mucha opción. Mi papá seguía roncando. Estacionamos en alguna calle empinada. Ahora las calles estaban empedradas. Habían pasado ya varias horas. Recuerdo que en algún momento nos detuvimos para algo relacionado con trabajo. Y desde entonces había pasado ya un tiempo considerable. Teníamos hambre otra vez.

Ahora bien, no pretendo hacer publicidad al lugar. Al menos no de manera gratuita. Sólo diré que se llamaba el Mesón de la A. o mejor no, supongamos que se llama el M. de la Abundancia. El M. de la A. Sí, eso es. Nos sentamos. La mesera nos indicó que en ese momento no tenían pizza, no tenían nada con pollo. Sólo fajitas de res y pasta. Opté por la primera. Le pregunté en dónde estaba el baño, porque quería lavarme las manos. Seguí el pasillo que me había indicado. La luz del baño de hombres estaba encendida. Decidí esperar afuera por si a algún oportunista se le ocurría meterse en la fila. Mientras esperaba se acercó una pequeña niña con vestimentas muy folclóricas. No me atrevo a decir de qué región porque es muy probable que me equivoque. Le pregunté si podía sacarle una foto. A lo que ella contestó que me daría un regalo si no lohacía. Siempre me han gustado los regalos. De su pequeña bolsa tejida sacó un par de piedras color café. -Venturina- dijo. A mi se me hizo muy raro. -¿Que no la venturina era verde?-. -¿Porqué piensas eso?- dijo. - Bueno, pues porque empieza con "V"-. Aún así le agradecí y las guardé en mi bolsillo. Dijo -Ofrécelas con cuidado. Sólo si la persona correcta las tiene se podrán ver sus destellos a la luz del sol- y se fue. -Violeta- pensé, -también podría ser violeta-.

Quedé un poco confundido y pensativo, pero seguía hambriento. Regresé a la mesa y la comida ocurrió de un modo casual. Los cubiertos danzaban con la música que un par de jóvenes interpretaban sentados en el marco de una ventana. Nos sirvieron mucho de comer. Quedé más que satisfecho. Después de comer salimos del pueblo. Me pareció muy extraño que al llegar al otro lado del túnel por el que habíamos entrado, salimos en un lugar diferente. Arriba de un cerro, y tuvimos que viborear nuestro camino hacia abajo. Pasamos de bajada por un rancho llamado La Luz. Le mostré a papá algo que me sorprendió mucho. Era un caballo que jugaba volibol dentro del corral. Tenía dispuesta una red y parecía estar practicando sus saques. - Esto es muy extraño -, dije - ¡si en este lugar a todos les gusta el futbol!-.

Unas vías de tren pasaban a través de la calle. Las seguí con la mirada y me di cuenta de que llegaban hasta una casa. Hasta el tendedero estaba lleno de ropa. Lo bueno es que los trenes tienen esa chimenea que silba, porque así puede avisar a los habitantes que ya está cerca, y así ellos pueden abrirle la puerta para que pase, que éste no manche las sábanas que seguramente se estarán secando después de haber sido lavadas.

Inicialmente, iríamos a comprar pasta dental en un supermercado cercano, pero terminamos comprando dulces. Encontré una fábrica. Pero no me dejaron entrar. Me dijeron que sólo había acceso para personas que no estuvieran dormidas en algún hotel de la zona. Y que tal vez cuando estuviera despierto tendría la oportunidad. - ¡Pero si aquí estoy! - y abrí los ojos tanto como pude. - ¿Me deja pasar? -. El hombre cerró la puerta. No entendí muy bien lo que pasaba, pero me fui caminando al hotel. Se hacía de noche, ya no me dio tiempo de nadar. Y menos con ese frío, ¡si no estoy loco! Cuando llegué al hotel vi que la camioneta estaba estacionada frente a la recepción. Abrí la puerta y subí.

Tan pronto me acomodé en el asiento y me coloqué el cinturón de seguridad, papá comenzó a moverme el hombro y decía -ya llegamos-. Me bajé otra vez y entramos a la recepción. La tarde apenas estaba muriendo. Nos entregaron el control de la tele y la llave. El cuarto era el 113. Llegamos a instalarnos. Me dolía la cabeza. Vimos el monitor durante varias horas. Y no sé en qué momento en específico me quedé dormido.

A media noche salí a caminar un poco por el lugar. Traía mi traje de baño. Al fondo había una puerta desvencijada que decía lo siguiente: " Ciclopista. Úsese bajo su propio riesgo". Y ahí va el tonto. Tenía de largo aproximadamente un kilómetro y setecientos metros más de una pista completamente desgastada. A ambos lados había plantas muy altas, como las de la carretera. Pero en cierto modo tuve más miedo, después de la advertencia. Estuve esperando todo el tiempo a que alguna víbora saltase para propinarme un buen mordisco. Afortunadamente, éste ya se lo había dado a otro corredor que me encontré a mitad del camino. El no parecía notarlo, porque la llevaba prendida del talón y, así y todo, no disminuía su ritmo o su velocidad. Esa es buena condición física.

Las siete y treinta antes meridiano cuando sonó el despertador. Decidí bañarme lo más rápido porque la idea inicial era salir a la misma hora del día anterior. Cosa que, obviamente, no había respetado.

¡Increíble! La señora María Dominga nos preparó los huevos divorciados más ricos que he probado este día, sin mencionar que los únicos. Desayunamos en el mismo parador del día anterior.

No hubo gran novedad. El camino de regreso fue bastante tranquilo. Autos, cuotas y alguna parada ocasional al baño. Tuvimos que atravesar una ciudad por el centro, porque una pipa se había volteado en una curva y se había salido del camino. Ahí la vimos grande y ruedas pa' arriba. Que desperdicio. Pensar que se le iba a caer todo el tabaco. Rápido papá me corrigió y me dijo que era una pipa de agua. - Que incoherencia - pensé; pues todo el mundo sabe que si se moja el tabaco, éste ya no sirve.

De regreso, me tocó manejar el último trayecto a casa. Y así fue como llegamos a la ciudad otra vez. A la vida de todos los días. De pronto despierto y estoy aquí sentado contándote algo que no sé si soñé o inventé. Pero eso sí, te extrañé todo el trayecto. Tanto que no pude evitar notar lo que se forma si unes la primera letra de cada uno de los párrafos. Extraño ¿Cierto?

Así es como me fue en este viaje. La pasé bien.


notas de fondo: BT - See you on the other side

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